Trabajos > Relatos de obra
Federico García
Realizado en: 2016
Tres proyectos
HABLAR DE TEMAS | PARTIENDO POR LA MESA
Siempre doy el mismo ejemplo, cuando me encuentro en el aula 6 de nuestra facultad. Uno no puede pensarla sin los materiales que tiene, de manera abstracta. Ese espacio, ineludiblemente, fue pensado con un material. Se pensó un material que permitiera cierta resolución estructural, para que ese espacio que se estaba buscando fuera posible. Va todo junto, de la mano.
Por eso yo creo que el taller de arquitectura tiene que ser el condensador de todas las áreas, todas las materias tienen que estar fundidas dentro del taller. Eso es clave para la formación de un arquitecto en serio. Por lo tanto, el docente tiene que ser un tipo capacitado para poder hablar y guiar todas esas áreas. Tiene que saber estructuras, tiene que saber materiales, dibujo… porque sino la facultad termina siendo una suma de andariveles totalmente separados y, así, el alumno se va formando en pedazos. Y después ¿quién le ayuda a unir todo eso?. Cuando el tipo sale de la facultad y le dan el título dice ´bueno, ahora… Yo aprendí sobre los materiales y determinadas cuestiones, aprendí las estructuras e hice los cálculos´. Proyecta y no sabe cómo se relaciona todo eso. En cambio si es al revés, si vos empezás sabiendo que ese proyecto tiene que tener una estructura para poder sostenerse, que va a existir un material que será el encargado de resolver determinado espacio, ya es otra cosa. Me parece que hay una cuestión con el material que es clave a la hora de pensar un proyecto.
Y creo que puedo identificar el momento en el que se despertó mi fascinación por eso, por el material: fue proyectando una mesa. ´Una mesa?, sí, una mesa´. Quizás ahí volqué de alguna manera todas estas cosas que habían quedado pendientes, y también conseguí cierto grado de madurez.
Me fue bien en la facultad e hice muy lindos proyectos, pero la reflexión profunda de decir ´bueno, me siento arquitecto´ la hice cuando ya estaba afuera. Yo para ese entonces me había mudado, me había ido de la casa de mis viejos, no tenía un mango y tenía que armar mi lugar. Entonces conseguí unos sillones y un par de cosas, pero necesitaba una mesa.
En ese momento estábamos haciendo una casita de 60 metros cuadrados, mínima, y la pude ver como un recurso. Me preguntaba reiteradamente cómo de esa obra podía sacar una mesa. Había un herrero que me estaba resolviendo unos portones y entonces comencé a pensar una estructura, a partir de una serie de perfiles que se cruzarían de manera muy sencilla. Luego, necesitaba una tabla. Lo primero que me vino a la cabeza fue la madera, pero si era de madera tenía que ser maciza, así que teniendo en cuenta mi economía y lo caro que es ese material acá, resultaba algo imposible. Entonces, me puse a pensar en cuál sería el material que me pudiera resolver la cuestión. Tenía que ser cómoda y poder moverse. Se me ocurrió el Hormigón y lo charlé con Roberto Saraví, el papá de Nico (que ya era mi socio) quien me aconsejó que me metiera con eso, que le diera para adelante y que no escuchara a los que me decían que estaba loco.
A partir de ahí empezamos a pensarla con Nico. Me acuerdo que llegó un albañil a la obra, que había conseguido un fenólico y armé el encofrado con él. Ahora, tenía que ver cómo hacer para que esa tabla de hormigón no fuera tan pesada y empecé a pensar en cómo alivianarlo. Pensé en meterle telgopor, aire… Todo era probar, pero podía salir mal. Un amigo que es proveedor de telgopor me dijo que tenía unas perlas que recién se estaban usando para las losas y para los pufs y me regaló una bolsa. Finalmente hicimos la tabla de hormigón: la dejé 28 días, pensando en que tal vez podría romperse al sacarla o que el peso no me dejaría ni moverla. La saqué, la moví, la subí al auto y la traje hasta La Plata en el año 2002. Estuvo en esa casa, después me mudé a otra y hoy por hoy es mi escritorio en Buenos Aires.
Ahí nace mi fascinación por el hormigón. No era por su estética, sino por lo que me permitió hacer.